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Conoce las leyendas más populares de la selva peruana

Índice

Sachamama, madre de la selva

Leyenda del Sachamama

La Sachamama, según cuentan los lugareños, es una deidad selvática cuyo nombre se traduce como “Madre Tierra”.

Esta diosa es una gigantesca boa de tierra, que vive desde hace siglos en las profundidades de la selva, casi siempre en letargo. Los caucheros y mitayeros han tropezado muchas veces con ella, y aquellos que no han sido devorados nos han dejado muchos relatos sobre su existencia.

Cuenta la leyenda que la Sachamama posee un gran poder de atracción que, juntamente con la capacidad de hipnotizar con sus enormes ojos brillantes, hacen que cualquier criatura viva que pase en frente de ella caiga en su encantamiento, y voluntariamente, ingrese a la oscuridad de sus fauces que siempre están abiertas.

Es así que antiguamente en los pueblos de la selva, la caza fue una actividad común en que hombres experimentados ingresaban a las profundidades de ella en busca de presas, como venados, chanchos salvajes, entre otros.

Un día, uno de estos cazadores se adentró en la selva en busca de una buena caza, pero parecía que la suerte no estaba de su lado, pues ya llevaba una semana y no había conseguido cazar absolutamente nada.

Sin perder la fe, se adentró todavía más en la selva, cuando de repente el caótico clima se descompuso y comenzó a llover.

Descontento por su suerte, se apuró en buscar un refugio entre los árboles y en la oscuridad, hasta que encontró un viejo árbol caído de gran tamaño, cubierto de musgo, que atravesaba de palmo a palmo su ruta. 

La experiencia del cazador le hizo saber que aquél era el lugar perfecto para levantar un tambo o choza temporal, hecha de ramas y hojas anchas, para protegerse de la precipitación, que ya era todo un aguacero.

Para esto usó el lado del tronco como pared, y armó el resto del tambo cuidando dejar suficiente espacio para su equipo y una fogata.

Cuando terminó de construir el lugar provisional, acomodó sus cosas y clavó el machete en el árbol caído, pero entonces un inesperado temblor remeció la selva, desarmando el tambo y haciendo que todo se cayera al suelo.

El pobre cazador, se pasó toda la noche volviendo a construir el refugio, hasta que en el amanecer el clima mejoró y le permitió descansar.

Para esto prendió una fogata que le ayudaría a calentarse y preparar sus raciones, que ya en ese momento le eran escasas.

La fogata ya había agarrado calor y se habían calentado las piedras y el tronco que le rodeaban. Por un momento el cazador se encontraba disfrutando de la calidez, cuando un nuevo temblor sacudió la selva destruyendo lo poco que había levantado del tambo, y removiendo la tierra hasta apagar el fuego.

El cazador estaba tan desconcertado por toda la mala suerte que le estaba tocando en esa semana, que desistió levantar de nuevo el refugio y sólo descansó esperando la mañana para proseguir su actividad, consternado por el extraño movimiento telúrico nada común en la selva.

Y es así que la curiosidad nacida de la vagancia, juntamente con la espera, recayó sobre el árbol en el cual se recostaba.

Primero empezó mirando distraído los dos extremos del tronco que se perdían en la espesura, pues quería saber que tan grande era el largo del árbol, ya que su diámetro le parecía extremadamente grande.

Siguió observando hacia uno de los lados, entrando entre los arbustos, y se dio cuenta que se dirigía hacia la que había sido la parte superior del árbol, pues el diámetro iba disminuyendo haciendo más delgado el tronco.

Al llegar al final, si hubieran visto la cara desencajada del cazador, pensarían que su fin se hallaba cerca.

Y es que colinas de huesos se levantaban por doquier en un claro gigante de la selva. Los huesos más recientes eran los que se encontraban cerca al cazador, mientras que los más lejanos podrían compararse a fósiles muy antiguos ennegrecidos por el tiempo.

El horror en el cazador iba en aumento al ordenar sus ideas, cuando su atención se puso en el que hasta el momento era, a toda prueba, un tronco viejo de árbol caído.

Con una mezcla de miedo, horror y letal curiosidad se dirigió hacia el otro extremo, pasando por su refugio y volviendo a ingresar entre los arbustos.

Sacando un cálculo aproximado, pensó que era un árbol de unos 60 metros de longitud, con un diámetro que se hacía cada vez más grande conforme avanzaba.

De repente, al llegar casi al final del otro lado del árbol, una nueva distracción ocupó su mente.

Era un venado que estaba en un claro, justo donde terminaba la base del tronco.

Por un momento olvidó todo lo que había visto y su sabiduría de cazador le avisó que si no aprovechaba ese momento no llevaría nada a casa.

Sin embargo, algo lo desconcertó, pues sabía que a la distancia donde él se encontraba y sin arbustos ocultándolo, ya había sido divisado por el venado y, a pesar de esto, éste le miraba fijamente y no parecía temerle.

Aun apuntándole con la escopeta, el desconcierto se hizo todavía mayor cuando el venado se dirigió hacia él cambiando de dirección unos pasos antes para ir directo a la base del árbol, hasta desaparecer de la vista del cazador.

De pronto,  una sombra de miedo creció dentro de él, haciéndose cada segundo más grande conforme las ideas anteriores volvían a ocupar su lugar, y también la letal curiosidad había vuelto.

En sólo un segundo supo que de cualquier lugar en el mundo estaba en el peor, cuando reconoció una gigantesca cabeza de serpiente con la mandíbula abierta, unos ojos que soltaban un brillo frío, unos cuernos pequeños en su cabeza sobre los ojos, que según los conocedores les crece a algunas serpientes cuando alcanzan la vejez, haciendo que la vista se vuelva irreal y demoniaca.

Y es que cualquier animal u hombre que, por ignorancia o descuido pasara por su delante, sería caso perdido, pues habría caído en el campo imantado de la Sachamama, atraído por sus encantos hacia su poderosa mandíbula, para luego ser triturado y tragado.

En este instante, el cazador se percató que unos pasos más lo hubieran convertido en una pila de huesos al otro lado del lugar.

Es así como, lo más rápido que pudo, retrocedió y en estado de shock se dirigió a su refugio, cogió sus cojas y caminando como un autómata se dirigió camino a su pueblo.

Comprendió pues que la suerte sí estuvo de su lado 3 veces ese día.

La primero vez, cuando clavó el machete, la Sachamama se movió por el dolor, ya que al parecer atravesó su gruesa piel, pero el cazador no se fijó el aviso.

La segunda fue cuando el fuego molestó el costado de la serpiente, y tampoco aquí se dio cuenta de este aviso.

El tercer y último aviso, fue con el venado que, justo por pura suerte, estuvo presente antes que el cazador se dirigiera a la vista de la Sachamama.

Él mismo, cuando se recuperó, relató la historia a los lugareños, el cual se sumó a otros más que también habían tenido la suerte de vivir para contarlo.

Yacumama, madre de las aguas

La leyenda de la Yacumama se conoce desde hace mucho tiempo entre los moradores de la selva peruana, y han sido ellos mismos, quienes se han encargado de llevar este relato de boca en boca, para que la gente sepa sobre esta serpiente gigantesca que los llena de terror.

Su nombre significa “Madre del Agua” (yaku = agua, mama = madre) por eso se cree que su cuna se encuentra en la gran laguna de Yarinacocha (Ucayali, Perú). Ella prefiere nadar en la desembocadura del río Amazonas, tanto como en sus lagunas cercanas, ya que es su espíritu protector.

Esta mítica serpiente gigante, es parecida a la anaconda, pero aún más grande, posiblemente mayor a cincuenta metros de longitud y con una cabeza de dos metros de ancho, y es ciega, por eso no le importa pasearse entre las aguas oscuras.

A través de su boca lanza enormes chorros de agua que le ayudan a derribar árboles para desplazarse cómodamente por tierra, y si se encuentra algún bocadillo a cien metros de distancia, es capaz de aspirarlo.

Sin embargo, llega un momento de su vida, quizá después de mil años, cuando alcanza cierto tamaño y peso que le dificulta moverse, entonces decide despejar un claro de la selva al pie del río para establecerse ahí permanentemente.

Deja su cabeza por encima del agua, esperando presas, usando su gran poder de atracción para hipnotizarlas con sus penetrantes ojos y cazarlas con facilidad.

Cualquier animal u hombre que pase cerca de ella perecerá, pues aunque alcancen a distinguir su cabeza y emprendan la carrera, ella se mueve cual centella, lo atrapa entre sus poderosas mandíbulas y lo traga, para después entregarse a un plácido sueño.

Así es la Yacumama, protectora de las aguas del Amazonas, una fuerza natural arrolladora, que caza durante las lluvias y cuyo alboroto se deja escuchar desde lejos; al desplazarse fuera del agua tumbando arboles a su paso, dando evidencia de su gran tamaño.

Veamos pues uno de los varios relatos de esta criatura legendaria:

En lo profundo de un bosque impenetrable por su exuberante vegetación, había un lago muy poco conocido por los que vivían en las proximidades de ese lugar.

Simulaba ser sumamente tranquilo, apacible, en suma, un remanso de paz; pero, lamentablemente era lo contrario. Así lo aseveraban quienes habían llegado a él, pues sabían que tenía «madre» y que ella celosamente cuidaba ese lugar, persiguiendo sin piedad al que por desgracia se atrevía a pescar en sus aguas.

Llegó cierto día un pescador que siguiendo el curso de un riachuelo desembocó en él; desde el primer momento que lo vio, se sintió feliz porque creía que era el primero en llegar y pensó: al fin podré realizar una «pesca milagrosa» en esta laguna olvidada, que debe estar llena de peces.

Infelizmente no fue así; al penetrar en el lago, lo primero que hizo fue ubicar un lugar para arrojar su tarrafa (red) y aunque se sentía intrigado por el movimiento del agua, siguió remando confiado; pero el vaivén continuo de su canoa, siguió preocupándole hasta que sintió que algo salía del fondo del lago.

Rápidamente volvió para averiguar qué era eso, y vio una terrible cabeza, suspendida a casi un metro de altura sobre la superficie del agua moviendo su monstruosa figura de orejas paradas y sacando su lengua puntiaguda.

Inmediatamente dio vuelta su canoa, metió su remo con fuerza hasta el fondo del agua para impulsarse mejor y en esos instantes apremiantes para colmo de males, notó que las plantas de la orilla venían a su encuentro, cerrándole el pase como si obedecieran a no sé qué designio; terriblemente asustado, giró su cabeza para ver que ocurría con la fiera y comprobó que ella le perseguía a toda velocidad.

En ese momento, aterrorizado levantó sus ojos al cielo y clamó ayuda a Dios, convencido que él no podía hacer nada para librarse con vida de ese monstruo lacustre. Y realmente, al parecer sus oraciones fueron escuchadas, porque inexplicablemente cayeron al lago cuatro sachavacas (tapir) peleando y mordiéndose como fieras, produciendo un tremendo ruido.

Ese terrible estruendo asustó a esa serpiente, que no era otra cosa que la terrible Yacumama, que velozmente se sumergió en su lago.

Incomprensiblemente, las plantas acuáticas también volvieron a su posición inicial y todo quedó en calma, pues hasta las sachavacas se escaparon percatándose de la horrible Yacumama.

El pescador que advertía estupefacto todo cuanto sucedía no quiso perder un segundo más, y se alejó de este fatídico lago, antes que la Yacumama le cerrara el paso nuevamente.

Lamentablemente no llevó ni un solo pez, porque «la madre» de esa laguna no quiso regalarle sus pacos, sardinas, sábalos, bujurquis, lizas y gamitanas.

AI respecto, se cuenta que cuando alguna persona común se acerca a las orillas y penetra a esos lagos encantados, se desata sorpresivamente una tormenta infernal que hace zozobrar la embarcación y la persona se ahoga irremediablemente.

Leyenda de la Yacuna

Ayaymama

El Ayaymama es un ave nocturna (Nyctibius leucopterus), cuyo canto es tan triste, que cada vez que lo hace, pareciera que llora llamando a su madre al son de “ay ay mama”, de ahí deriva su nombre. 

Cuenta la leyenda que una epidemia estaba acabando con la gente de una comunidad nativa. La madre de dos niños, sintiéndose con los primeros síntomas de la enfermedad, quiso salvar del mal a sus pequeños y entonces los llevó al monte, muy lejos, y los dejó cerca de una linda quebrada, abundante en peces y árboles frutales.

Con gran pena los dejó, sabiendo que no los volvería a ver nunca jamás.

Ellos jugaron, comieron frutos y se bañaron en la quebradita, pero ya en la noche sintieron la falta de su mamá.

Fue entonces cuando se pusieron a caminar en busca de su mamá. Los dos hermanitos caminaron por horas, lo que no sabían es que habían estado dando vueltas por el mismo camino, pues se hallaban perdidos en el monte.

Asustados, llorando de pena dijeron “¿cómo no ser aves para poder volar donde mamá?”.

Fue entonces que la luna se apiadó de ellos y entre lágrimas bajó.

– Ustedes me han llamado, ¿y yo qué puedo hacer?

– Llévanos a ver a nuestra mamita, yo sé que ella te ha enviado – dijo uno de ellos.

Y entonces la luna les dio alas, transformándolos en dos aves muy hermosas que se confundían con el árbol en el que se habían acurrucado.

Ellos volaron, pero cuando llegaron a su pueblo vieron que ya nadie vivía, todos habían muerto.

Desde entonces no dejan de volar y volar, y cuando se posan en lo alto de un árbol, cansados de buscar a su madre, hacen oír su canto lastimero ayaymama… ayaymama… que significa, “madre, por qué nos has abandonado”.

Leyenda del Ayaymama

El Tunche maligno, alma errante del bosque

El Tunche, o también conocido como el Tunchi en algunas partes de la selva peruana, es una de las leyendas amazónicas más conocidas junto con el Chullachaqui y el Ayaymama.

Los lugareños dicen que el Tunche, es el fantasma de un hombre atormentado y que ahora, vaga totalmente endemoniado entre las trochas de la exótica selva, acercándose lentamente a sus víctimas sin emitir sonido alguno y, cuando ya está cerca de aquellos que andan solos por el camino, silba, anunciando la muerte del que lo escucha.

Cuenta la leyenda que su alma endemoniada, que se hace presente a través del sonido en forma de un silbido de ave, vaga por las noches oscuras de la selva, como alma en pena.

Unos dicen que es un ave, otros dicen que es un brujo o un espíritu del mal “diablo” que goza aterrorizando a la gente.

Pero nadie lo ha visto, y todos lo reconocen con temor cuando en plena oscuridad lanza al aire un silbido penetrante “fin….fin…fin…” que por instantes se pierde en el monte a lo lejos, pero vuelve a silbar ya sobre el techo de una casa o a la orilla del río.

Todo es tan rápido que la gente sólo atina a persignarse o rezar, porque existe la creencia de que cuando silva con insistencia por los alrededores de un pueblo, anuncia malos presagios y cuando lo hace sobre una casa, enfermedad o muerte.

Los nativos que conocen la historia dicen que si oyes el silbido del Tunche, debes tener mucho cuidado. Nunca debes decir que no oyes nada. Si lo haces, su desgarrador silbido sólo se hará más fuerte sintiendo como su presencia se te acerca cada vez más.

Hagas lo que hagas, nunca le debes responder su silbido. Si lo haces, el Tunche vendrá por ti a matarte de la forma más horrible imaginable. 

Burlarse del Tunche o insultarlo, puede costarle caro al atrevido, ya que lo hará enfurecer y entonces atacará con mayor insistencia, silbando… silbando… lo perseguirá tanto que hasta el más valiente terminará entrando en pánico, y podrá llevarlo a la locura o muerte.

Aquellos pocos que se han salvado de morir llevados por el Tunche, han perdido la razón; de repente por la aparición o al endemoniado silbido de su presencia.
Nadie sabe exactamente lo que es, pero lo que si tienen varias versiones en común es que el Tunche es un ser mítico que vive en la selva peruana, capaz de adoptar cualquier forma con la finalidad de seducir y lograr que lo sigan

Sobre el destino de las víctimas es incierto, no se sabe si los abandona a su suerte y mueren de hambre o devorados por algún otro animal, o son devorados por el mismo Tunche.
Muchos hemos visto o sentido presencias extrañas, sin embargo el mal puede tener diferentes formas.

el tunche

Chullachaqui, la criatura de los pies desiguales

El Chullachaqui, es sin duda uno de los seres mitológicos más conocidos, nombrados y temidos en la cultura amazónica, junto al Tunche y el Ayaymama, quienes deambulan entre la sombra del monte y el acecho constante.

Su nombre proviene de los vocablos quechua selváticos: chulla=desigual y chaqui=pie.

El Chullachaqui es un duende que habita en las montañas de Tarapoto.

 

Su cuerpo pequeño, mitad hombre mitad fauno, de aproximadamente 1.60 metros de estatura, cuenta con la pata derecha de hombre y la izquierda deforme.

Algunos dicen que esta última tiene la forma de una pata de gallina. Otros aseguran que es regordeta y pequeña como la de un bebé. Sin embargo, muchos que han tenido la mala suerte de toparse frente a frente con este maléfico personaje y han vivido para contar su mala experiencia, aseguran que la extremidad es idéntica a la de una pata de cabra.

Generalmente se presenta tomando la forma humana, parecida a un viejecito, y viste con sombrero y con ropa raída y haraposa cuando anda de paseo o va a trabajar en la chacra.

Allí, en lo más profundo de la selva, posee varias chacras donde cultiva sus alimentos, que resultan ser plantas venenosas similares a la papa, la yuca y otros vegetales alimenticios.

Según cuentan los lugareños, el Chullachaqui suele aparecer en el bosque con el principal objetivo de atraer a  personas, engañándolas con diversos aspectos, para llevárselas a la otra dimensión y así, pasar a formar parte de su ejército de duendes, del cual es el jefe absoluto.

Gracias al poder de transmutación que posee, puede transformarse en cualquier persona que él desee para engañar a los visitantes o a las personas locales que viven en la selva.

Así, este enano del bosque puede aparecer como un miembro de la familia o un amigo, conduciéndolos hacia caminos equivocados y lugares inhóspitos para que allí perezcan.

Para un niño, el Chullachaqui muchas veces aparecerá como otro niño u otro compañero de juego. En este disfraz, el Chullachaqui malvado tratará de atraerlo en lo más profundo del bosque, hasta que se encuentre perdido.

Por eso, debes tener cuidado si tienes pensado caminar por la selva, sobre todo el mes de diciembre y las fiestas de San Juan, en junio, pues se dice que el portal a su dimensión está abierto en estas épocas.

Para que una persona sugestionada por el encantamiento del Chullachaqui pueda ponerse a salvo, debe observar los pies de este ser.

Ahí podrá identificarlo como tal, puesto que su poder de transmutación está limitado en el pie izquierdo, semejante al de una pata de cabra.

Leyenda del chullachaqui

El Yacuruna, fiel guardián de los peces de la Amazonía

El Yacuruna, uno de los seres mitológicos más importantes de la selva baja, es una criatura que ha sido representada infinidad de veces como un ser anfibio que emerge de las profundidades de los ríos o lagos, adornado por algas, cangrejos y calzando caparazones de tortugas.

Su nombre proviene del quechua: “yacu” = agua, y “runa” = hombre, lo que significa “hombre de agua”.

Se dice que se traslada por los ríos y lagos montando un cocodrilo o lagarto negro, y que luego puede tomar forma de humano para atraer y seducir a sus víctimas hasta llevarlas a las profundidades del agua, donde las convierte en seres submarinos parecidos a él, con una cabellera de algas y los ojos parecidos al de los peces.

Los pobladores creen que al zozobrar las embarcaciones, los náufragos siguen viviendo en el fondo de las aguas, bajo el dominio del Yacuruna. Se cree que de estos «señores de las aguas» y las humanas raptadas surgen las «Yaras», o sirenas selváticas.

Según cuenta la leyenda, se conocen muchos casos de personas que fueron raptadas por este personaje, sea de una canoa, una balsa o cuando fueron a recoger agua.

Una de las varias versiones que hay de esta leyenda, es la que mostramos a continuación.

Leyenda del Yacuruna

Hace mucho tiempo en la Comunidad Nativa de Shimpiyacu, vivían por lo menos 3 familias que se dedicaban a conservar sus creencias y a respetar el espíritu del bosque.

En ciertos tiempos de respeto y paz, una de las familias dio a luz una hermosa niña, la cual era celebrada por todo el pueblo.

Esta niña era el orgullo de sus padres, debido a que con el tiempo varios mozos guerreros del pueblo y expertos cazadores, se presentaban a la familia para hacerse en matrimonio de la joven, la cual ella los rechazaba debido a que no encontraba lo que ella en su corazón buscaba.

La hermosa joven acostumbraba ir al río y sentarse horas y horas en luna llena pensando en las ocurrencias de sus pretendientes, cuando en una noche se le presentó un joven apuesto, de aspecto gallardo y de mirada dulce.

Repentinamente la chica quedó prendida de éste, ya que era diferente a los demás pretendientes, su corazón era transparente, pero lo extraño era que nunca antes lo había visto por el pueblo.

Bastaron sólo esos momentos y la chica confió en el extraño joven. Tanto fue su confianza que siempre se veían en las noches de luna a orillas del río y conversaban horas y horas.

La abuela sospechaba mucho de las salidas de la joven, ya que siempre regresaba contenta y no decía nada.

Fue así como en una de esas noches, la abuela le recriminó su salida y le prohibió volver al río si no le contaba qué ocurría. La chica con emoción le contó todo respecto a su aventura amorosa a su abuela, su única confidente.

Luego de explicarle toda la historia, la abuela se alegró mucho, ya que el joven pediría su mano, y al fin llegaría el momento que tanto había esperado para su nieta, que contrajera matrimonio.

La abuela accedió a que la joven fuese con su prometido, pero con una condición: Si se la presentaba a ella primero.

La chica emocionada llevó a su abuela al río. Allí estuvieron esperando dos horas, cuando de pronto, el joven galante apareció.

La abuela sospechó un poco, pero se mantuvo serena, ya que su nieta estaba feliz. Pero el extraño joven también sintió algo en la mirada de la abuela, por lo que un poco disgustado se retiró, no sin antes prometer a la abuela que haría feliz a su nieta y la boda sería pronto.

Una noche el joven se presentó ante los padres, quienes mostraron su asombro por su galante aspecto, y conversaron mucho y celebraron el matrimonio.

Fue entonces que la luna llena se asomó en la casa, y el huésped como sintió incomodidad por la luz de la luna, pidió que cerrasen las ventanas. Los padres de la chica, un poco extrañados, accedieron.

Ya de noche se despidió, pero no sin antes hacer un pacto a solas con la novia, la cual accedía ante él cualquier pedido, lo cual no convencía a la abuela.

A media noche la chica desapareció de su casa rumbo al río, pero la abuela la siguió abrumada. En la claridad del río el muchacho se quitó el disfraz de humano. A la luz de la luna era el demonio, el mismo Yacuruna, el que estaba delante de su nieta.

La abuela asustada se fue corriendo hacia ellos, pero todo fue en vano, ya que inmediatamente desaparecieron en el río.

La abuela, no saliendo del asombro, se fue llorando a la casa y contó el suceso.

Los padres, destrozados por la noticia, buscaron por doquier con ayuda de los vecinos y guerreros de la comunidad.

Fue en vano. Buscaron por ríos, abrevaderos, nacientes, y no hubo rastro.

El padre, triste y furioso, pidió ayuda al brujo del pueblo para ver cómo podrían encontrar al Yacuruna. Éste hizo un llamado a los espíritus del bosque, los cuales le respondían que solamente aparecería en luna llena o en sueños.

Pasaron meses y no había respuesta. La madre no soportaba el dolor de no tener a su lado a su pequeña.

Fue en eso que tuvo un sueño donde su hija estaba feliz y a cargo de una enorme casa donde tenía criados y animales de granja por doquier, en cantidades. La hija, llorando, le decía que no se preocupase, ya que la veía por medio de los árboles llorando y eso la ponía triste. Le prometió que en dos días la vería a la media noche en el río para hacerle entrega presente de parte de su esposo y ella, ya que tenía en mente regalarle miles de gallinas, venados, añujes, majaces y varios animales de granja comestibles.

La madre, llena de llanto y alegría, contó el suceso a su esposo y a los habitantes de la comunidad. Esto llegó a oídos del brujo, quien auguró que era peligroso ir, pero ella estaba feliz ya que vería a su hija.

Todos trataron de persuadirla, entre llantos y riñas, pero ella sólo se alentaba, aunque a veces lloraba amargamente ya que su esposo la tuvo cautiva y con vigilancia para que no saliese la noche pactada, por temor a que le pasase algo.

La abuelita hizo lo imposible para persuadir a la seguridad, y en unos momentos hizo dormir a los que custodiaban a la madre haciéndoles beber masato con piscas de hierbas medicinales.

Luego abrió la cerradura y salieron corriendo hacia el río, pero ya era más de la media noche y únicamente encontraron 10 sacos de toda la variedad de peces zungaros, bujurquis, bagres y paiches.

En total era una gran cantidad, pero se dieron cuenta que habían huellas de su hija, del Yacuruna y de animales como venados y todo lo que le había señalado su hija en el sueño.

Amaneció y una multitud de gente encontró a la abuelita y a la madre llorando al costado del presente.

Tristemente avanzaron hasta al pueblo cargándolo todo y tan sólo hubo silencio entre los integrantes de la familia y el pueblo.

Saciaron su apetito con los peces y luego se resignaron en buscar a la hija más querida de Shimpiyacu.

Pasaron dos años y la madre agobiada salió al campo donde descansó a orillas del río. Al dormirse soñó nuevamente con su hija, pero en este sueño la hija estaba llorando.

La madre pregunto por qué su llanto, y si era causa del demonio. Ella le respondió que él la amaba mucho y nunca le haría daño, era sólo que tenían que retirarse del pueblo porque había invasores que mataban a sus animales con venenos y otras especies nocivas, y ya nunca volverían.

La madre lloró desconsoladamente, por lo que la hija le propuso venirse con ellos. A medianoche la esperaría a orillas del río.

La madre salió aquella noche sigilosamente en la aldea, pero los moradores, el brujo y el esposo sospechaban de su conducta y la siguieron de lejos. La abuelita también los siguió.

De repente, en el claro del río apareció la viva imagen de la hija perdida flotando en el agua y detrás suyo el Yacuruna, en forma de demonio rojo montado en un gigantesco caimán.

La madre se acercó y los guerreros con el brujo corrieron tras ella, pero como alma en pena desaparecieron en las aguas del Río Mayo.

Tan sólo quedó un escrito en la arena: «Los quiero mucho, me llevo a mi mamá porque no quiero que sufra y esté a mi lado por siempre».

El esposo se desmayó y tuvieron que regresar entristecidos y con ganas de seguirlos pero todo era en vano…

Según cuenta la leyenda, se dice que en luna llena, cuando la luz refleja el Río Mayo, se observa a lo lejos a dos mujeres inseparables lavando y jugando sobre la ribera del río, a lo cual luego de unos segundos desaparecen.

Yaras, las sirenas selváticas protectoras de los peces

La cosmovisión amazónica concibe a la «sirena» como un espíritu del agua, y colectivamente también son llamadas “yaras”, las cuales son consideradas como las esposas de los Yacurunas.

Es un ser mitológico que adopta ciertas características propias de los humanos, como es la lujuria, la ira, el egoísmo, la obsesión, el engaño, el secuestro, la exigencia, la adulación, el enamoramiento y la venganza.

Al igual que en los otros espíritus amazónicos (Chullachaqui, Yakumama, Sachamama), estas características evidencian que en la construcción del personaje ha existido una fuerte intencionalidad por humanizar a dicho espíritu.

Se considera que las sirenas son dueñas de los recursos hidrobiológicos de las aguas. Son la «madre del agua«, la «madre de la cocha” (lago) o la «madre del río«.

Ellas son las que cuidan a los peces y evitan la pesca sin su autorización.

Se la considera como una mujer de atractiva belleza, de larga cabellera, verde o rubia, según el caso, ojos azules, baja estatura, pero con las extremidades inferiores en forma de cola de pez y cubierta de escamas de la cintura para abajo.

Respecto a su carácter, se dice que tiene una personalidad ambivalente, ya que puede ser generosa o maligna, según su estado anímico producto de la interacción con los seres humanos que son de su agrado o no.

La Sirena es generosa con los que aprovechan racionalmente los recursos hidrobiológicos y con los que logran captar su atención amorosa, premiándoles con recursos hidrobiológicos (peces).

Por el contrario, es dañina con las personas que invaden su espacio sin permiso y aprovechan mal los recursos ictiológicos, castigándolos con hacerles «escasa la pesca», haciéndoles «desparecer» las redes de pesca, causando fuertes remolinos, o causando mal tiempo que ahuyenta a los pescadores del lugar.

Según lo que cuentan algunos testimonios que han avistado a estos seres mágicos y misteriosos, su aparición la hace generalmente en las orillas de los ríos, aprovechando las noches de luna llena, y con la dulzura de su voz entona canciones, ejerciendo un encanto mágico entre los varones que la escuchan.

Son muchos los testimonios de personas que dicen haber escuchado música salir de las profundidades del río, lago o arroyo, como si en su interior existiese una gran fiesta, con mucho jolgorio.

Algunos testigos afirman nunca haber visto a la sirena, pero sí haber escuchado sus hermosos y melodiosos cantos en la oscuridad de la noche provenientes de algún lago, rio o arroyo, acompañados de sonidos de «guitarra», «mandolina» o «arpa», sobre todo en noches de luna llena.

La sirenas pueden adular y engañar a sus víctimas para llevárselas a lo profundo del río, causando una fascinación y encanto en aquel hombre que logra ver su belleza, sumiéndolo en una nostalgia y tristeza si no la vuelve a ver y sintiéndose atraído por las aguas de ríos y lagos, donde la observó inicialmente.

Algunas personas afirman que la atracción hipnótica es tal que algunos varones terminan levantándose por las noches de sus camas, y dirigiéndose a la fuente de agua con la idea de arrojarse a ella, teniendo muchas veces que ser forzados a no hacerlo por sus familiares, quienes prefieren prevenir esto exigiendo al joven que se vaya del lugar.

Una vez que una persona ingresa al agua, bajo el encantamiento de la sirena, se encuentra con un mundo libre de agua, parecido al nuestro, donde hay ciudades y personas que viven cómodamente; donde la boa de agua (anacondas), los lagartos (caimanes), los lobos de río (nutrias), las tortugas y otros animales acuáticos, son personas que habitan con las sirenas.

Muchas personas, sobre todo los ancianos, aseguran que era común observar a estos seres en fechas pasadas cuando recién se poblaba la Amazonía y cuando no existía mucho disturbio de la actividad humana en las fuentes de agua.

Sin embargo, la típica advertencia de “ten cuidado, no te vaya a llevar la sirena«, o “ten cuidado con la madre de la cocha«, ha servido durante tiempos ancestrales y sirve actualmente para amedrentar a las personas que pretenden ir solas a las orillas de los ríos, lagos y arroyos, y en especial cuando tratan de ingresar a tales ambientes naturales para bañarse sin cuidado o protección.

Asimismo, la creencia de que la sirena es «la madre del agua«, ha servido para que los pescadores de las regiones amazónicas, tengan al menos la idea de pescar con respeto y de forma racional el recurso hídrico, traducidos en mensajes como «no pesques demasiado» o «no pesques en vano» o «deja que descanse la pesca«.

Sirena de la selva

El maligno, espectro demoníaco de la selva

El Maligno, un ser que equivocadamente es confundido por muchos por el Tunche de naturaleza oscura (alma en pena), y es al mismo tiempo concebido por muchas culturas indígenas como espectro demoníaco que solo existe para crear el caos y la muerte.

Lo cierto es que estas sombras del inframundo, son entes despiadados que suben a la tierra para poder captar cualquier alma para arrebatarla de este plano y llevársela a sus dominios, ya que sólo de este modo, el Maligno podrá ganar su libertad y crear el terror a su antojo, dejando de recibir órdenes de jerarquías mayores.

Por ello, con un pitido potentísimo e hiriente (mucho más largo y escalofriante que el de un Tunche cualquiera) hace sus recorridos a través del monte, como si fuera un violento huracán o ventarrón que se desplaza con rapidez de aquí para allá en busca de seres vivos o almas en pena (Tunches) a los que persigue hasta el fin de sus fuerzas sin darles tregua alguna de escape, con la finalidad de liberarse de su yugo infernal.

Si es sabido que al ver a un Tunche nuestra primera reacción (antes del grito o el escape) sería un engarrotamiento del vientre y, simultáneamente, una especie de vomito jabonoso que expulsaríamos del estómago a causa del excesivo miedo; el simple hecho de ser testigos de la desagradable manifestación de un Maligno, significaría sencillamente una muerte fulminante y atroz.

La única forma de librarse de su letal presencia y peligrosidad sería camuflarse entre la floresta al escuchar su estremecedor silbido hasta que el peligro pase.

El Maligno, es sin duda un ente demoníaco, letal y muy temido.

Los Ishingos, los duendes del monte

Los Ishingos son unos duendecillos de la selva, que suelen ser traviesos, bromistas y descarados. Casi siempre están de buen humor, aunque existen duendes de naturaleza malvada capaces de torturar incansablemente a un humano.

Estos duendecillos habitan en el bosque, teniendo como vivienda el interior de algún árbol o, incluso, en el subsuelo de la tierra, dentro de algún habitáculo o cavidad.

Sus costumbres son nocturnas y tienen habilidades tales como mimetizarse, hacerse invisibles, pasar por el ojo de la cerradura, imitar los sonidos de los animales y hacerse sentir, tocando a un ser humano con sus manos, produciéndole un escalofrío.

El carácter de estos seres minúsculos suele ser impredecible. Algunas veces aparecen de forma amigable para hacer compañía y jugar con los niños que se quedan solos en casa, pero otras veces también suelen ser bastante malévolos y letales cuando se encariñan con alguna criatura y deciden llevársela consigo, para convertirlos en uno más de ellos.

Toda persona que haya vivido en la selva peruana, ha escuchado desde pequeño el mito de que a los recién nacidos que no habían sido bautizados aun, había que ponerles una cruz o una tijera de acero debajo de la almohada mientras dormían, para que los «Ishingos» no se los llevaran consigo, sobre todo en las noches en que la lluvia y los truenos arreciaban. 

Los Ishingos, dicen algunos, son las almas de los bebes abortados, otros aluden que no son más que aquellas criaturas que murieron a temprana edad, de manera sorpresiva o trágica, y el mismo hecho de negarse a estar muertos y pasar al siguiente plano evolutivo los ha mantenido en este mundo convirtiéndolos en seres algo demoníacos, malévolos y traviesos.

Por ello, es usual enterarse de personas que los han visto y han sido víctimas de malas pasadas a causa de sus visitas, ya que sólo saben molestar, jugar bromas pesadas, asustar y hacer travesuras sin medir las consecuencias de sus actos.

El Mapingari o Sacharuna, padre del monte

Este enorme y fascinante ser, es conocido en estos territorios de vírgenes y frondosas montañas como el SACHARUNA o MAPINGARI que no es más que el “sasquatch”, “pie grande” o “yeti” de estas regiones amazónicas.

Considerado por muchas culturas indígenas como el “Padre del monte” de quien se dice, tiene el deber de velar por las criaturas de su entorno. 

Al igual que sus primos canadienses e himalayos, su apariencia presume la de un gigantesco hombre oso u hombre mono.

Posee una fuerza extraordinaria, logrando cortar por la mitad palmeras y tumbar enormes árboles de un solo empujón si se encuentra furioso o alterado por algo que lo haya irritado, pues por lo general son consideradas bestias pacíficas, pero a las que hay que evitar molestar.

Equivocadamente se ha dicho que estos seres son espíritus que tienen un solo y enorme ojo en el rostro, o que poseen una descomunal boca a la altura del vientre, pero estas aseveraciones son sólo pura fantasía que empañan el verdadero aspecto de esta misteriosa criatura. 

Las grandes pisadas que provoca en su recorrido, sólo pueden ser notadas por el ojo experto que no puede evitar sobrecogerse al observar la gran envergadura que quiebra ramas y aplasta vegetación con cada paso que produce; haciendo que el entendido sobre rastros, intuya, que la gran criatura bípeda que deja dichas huellas, sólo pueden ser provocadas por alguien enorme y aterrador.

Viven en cuevas profundas y disimuladas por la enmarañada vegetación, pero también buscan sus hogares en las grutas y cavernas que se ocultan detrás de grandes cascadas.

A pesar de que su enorme estatura asciende entre los dos metros y medio a tres metros, su actitud esquiva y recelosa los empuja a mantenerse siempre escondidos y a la defensiva para no ser vistos por algún humano que pueda caer en cuenta de sus existencias.

El caso de este gran hombre-mono sigue siendo tan enigmático, como las frondosas selvas amazónicas que lo amparan y esconden de aquellos investigadores y científicos que para estudiarlo se afanan en rastrearlo, deseando dar fe de su existencia y veracidad.

El barco de vapor fantasma

Desde tiempos muy antiguos, se corre el rumor de que cada cierta cantidad de años, en noches en donde siempre la luna llena ilumina la penumbra de la enigmática Amazonía, aparece misteriosamente sobre el torrentoso río, un barco a vapor muy antiguo, que surca y desafía la corriente lentamente.

En su interior lleva una tripulación de pasajeros, vestidos con trajes y atuendos que no coinciden para nada con el presente en el que hacen su inesperada aparición.

Una música extraña acompaña a la manifestación, la misma que logra fusionarse con el sonido de los movimientos de paleta que impulsan a la embarcación espectral, mientras se muestra imperturbable, surcando río arriba para desaparecer a los pocos minutos, después de haber hecho su inesperada revelación.

Mientras dura la materialización del barco fantasma, como muchos llaman al fenómeno errante, una luz pálida la envuelve, bañando el entorno de una luminiscencia pálida y mística.

Entonces se puede divisar en el interior y en la cubierta del navío, formas y siluetas de personas que bailan, ríen y se divierten.

Pero inesperadamente la luz se torna de un color rojo, sangriento, y unos gritos preceden al cambio radical que se vive dentro de la nave.

Ahora los tripulantes que antes parecían divertirse en su interior, gritan, sollozan, profieren gritos desgarradores, mientras que el barco, empujado por ese ensordecedor sonido que lo impulsa, sigue navegando el río, hasta desparecer.

A veces, dicen algunos, aparece acompañado de una niebla densa, que no lo abandona hasta el momento de su desvanecimiento.

Estos avistamientos se han dado en ríos como el Marañón, el Amazonas y otros afluentes navegables de la vastísima selva peruana. 

Según la leyenda, el barco fantasma repite su aparición, y con esta, se reiteran las mismas escenas, cada diez o veinte años.

Del mismo modo, se refiere que de aquellos que logren avistar la embarcación fantasmagórica, en medio de la noche, sólo uno vivirá para poder relatar la paranormal y espeluznante experiencia.

Sin embargo, muchos testigos que en grupo han logrado presenciar el anómalo suceso, han descartado dicha especulación, pues a ninguno de ellos les había sucedido nada después de la inusual vivencia.

Se han sabido de casos en el que algunas grandes embarcaciones aseguran haber advertido a la nave a vapor, aparecer como por arte de magia delante de ellos y continuar su recorrido, como si deseara embestirlos, pero sorprendentemente, al margen de los esfuerzos que los navegantes hacían para que no se provocara la colisión, cuando faltaban solo algunos metros para que ocurriera la tragedia, el barco fantasma misteriosamente desaparecía.

El barco de vapor fantasma

La Cuda, un ser sórdido y aterrador

La Cuda es un ser que, cuando aparece, lo hace en forma de mujer, sin mostrar alguna deformidad en su apariencia, con el fin de pedir que la acerquen a su destino.

Suele manifestarse, por lo general, en los cantos de caminos o cruces de trochas que llevan a las comunidades.

Cuando el desafortunado que se desplaza a caballo o algún otro vehículo, suele ser manejado por su bondad y hace un alto para ayudar a subir a esta mujer, la pesadilla se desata, pues la señora, al ponerse a un lado la larga falda que siempre suele llevar para poder trepar al coche, deja ver unas aterradoras patas de gallina, haciendo que el conmocionado testigo la mire a los ojos para reparar inevitablemente que en aquel rostro han surgido de la nada las inequívocas facciones de un ser horripilante y sobrecogedor, que comienza a reír escandalosamente profiriendo un paralizante sonido gutural: “Cudú… cudú… cudú…” y luego, simplemente se desvanece ante la atónita mirada de aquel que sólo vivirá algunos días más para perecer a causa del susto visceral que ha experimentado.

Se cree que esta criatura tiene raíces en Huancavelica, Ayacucho, Huancayo, entre otros puntos de la sierra, pero con la llegada del éxodo andino a la selva peruana, el mito de este misterioso personaje, ha logrado afianzarse en la vasta selva amazónica, pues han sido muchos los avistamientos y testimonios sobre esta criatura, y sólo algunos cuantos han sobrevivido a su espantosa aparición.

La Cuda, un ser sórdido y aterrador

Mayantú, el duende bondadoso que cura

Este pequeño hombrecito verde, de no más de treinta centímetros, de cuerpo robusto y cara de sapo, es conocido en gran parte de la selva baja como el “Mayantú”.

Este duendecillo noble suele prestar ayuda a las personas de buen corazón que se encuentran en problemas, mientras que a la gente que vive dañando a los animales o sacando provecho del monte indiscriminadamente, suele asustarlos tomando la forma de fieros animales para espantarlos, o haciéndoles pasar malas jugadas con la mente a base de espejismos.

Algunos indígenas como los Yaguas, todavía suelen adorar a esta criatura bondadosa, pues ha enseñado a los ancestros como poder curar los males y enfermedades con ayuda de la diversidad de plantas curativas que coexisten con el hombre.

Por ello, es normal ver como en esas comunidades siempre los pobladores dejan ofrendas como muestra de respeto y agradecimiento, en los lugares sagrados en donde es idolatrado.

Los pobladores que han tenido la suerte de verlo o conversar con él, después de haber sido socorridos gracias a su nobleza, saben que este ser simboliza el equilibrio y la misericordia dentro de la cosmovisión del monte y sus misterios.

Es por ello que este ser, más espiritual que físico, es considerado por muchos como un geniecillo piadoso que sana, de ahí proviene la denominación de este gracioso hombrecito con carita de sapo: “el duende bondadoso que cura”.

Mayantú, el duende bondadoso que cura

La Lamparilla, espectro del mal

Este espectro altamente mortal y horripilante, conocido por los moradores amazónicos como la Lamparilla, es un ente al que le gusta deambular en plena oscuridad cerca de lugares poblados, y sobre todo en donde impera un silencio pesado y tétrico.

Algunos creen que la hora en la que suele hacer sus paseos nocturnos es a partir de la media noche. Incluso muchos testigos juran haberla visto, bien entrada la noche, ingresar en ciertas comunidades en forma de esfera multicolor.

En ocasiones se dice que comienza su lento y macabro recorrido cuando el sol ya se ha ocultado, pero son excepciones, ya que no es usual. Sin embargo no está demás tomar ciertos cuidados, sobre todo si es necesario salir en plena noche con el fin de ir de caza o pesca. 

Pero lo que sí es seguro, es que este aparecido va merodeando y oteando lentamente y en silencio el camino que recorre en forma de esfera luminosa.

También muchos que han tenido la mala suerte de advertirla a lo lejos y camuflarse para no terminar agonizando de miedo, se han percatado de que la luz, que levita y cruza malezas y lianas, sisea levemente y parpadea cada instante, dejando escapar diversos colores como una intermitente señal de que la maléfica presencia es sin duda “peligrosa y mortal”.

Cuando esta aparición se topa con algún distraído morador que no se ha percatado de su llegada, o que pensando que la luz que divisaba a lo lejos se trataba ni más ni menos que de un extraño candil portado por algún comunero, tomándolo por sorpresa al descubrir lo que era en realidad, la Lamparilla en el mismo instante del abismal sobresalto de su víctima, hace su horrenda manifestación y de la nada, a partir de la esfera luminosa que se mantiene respirando a cierta altura, comienza a formarse un esqueleto humano.

Manteniéndose en el aire agitando sus huesos, unos con otros, como si le divirtiera el pavor que se refleja en la mirada y expresión del testigo, la esfera que queda a la altura del pecho de la osamenta sigue iluminando todo el horror que el cuadro desprende.

Naturalmente una impresión como esta mata al desafortunado tiñendo la mañana siguiente de pavor, pues la comunidad sabrá que la Lamparilla ha cobrado una víctima, y es bien sabido, que cuando este mito mata a alguien, no descansará hasta llevarse a otros dos o tres moradores. Siempre es así.

Sin duda, uno de los espectros más temidos de la Amazonía peruana, el cual su solo nombre esparce un rosario de emociones de temor y angustia.

Una vez más, recuerda: Nunca es bueno salir de noche en la selva, pues el monte tenebroso nos tiene preparado muchas sorpresas desagradables.

Comentarios

  • CYNTHIA
    7 de julio de 2021 a las 9:46 am

    QUIERO VER LAS IMAGENES

  • mickeas daniel gonzales lomas
    23 de agosto de 2021 a las 9:10 am

    hermosas historias que nos ayuda a conocer mas de nuestra rica selva

  • Valentino huangal Sánchez
    25 de agosto de 2021 a las 1:47 pm

    Bueno ,la selva es una de los lugares que nos brindan un alimento que nos da proteínas como em plátano, y sus aguas ,como dicen son más limpias de lo que te puedes imaginar, y bueno nunca eh ido ,pero recomendaría que vallan

  • luz
    25 de octubre de 2021 a las 4:21 pm

    Buenas historia!!!!….. M gusto mucho más que todo el Yacuruna

  • fernando
    9 de noviembre de 2021 a las 12:37 pm

    estaba buena la leyenda del barco fantasma de vapor

  • ISA
    16 de noviembre de 2021 a las 12:32 pm

    Muy hermoso la historia me encanto la primera

    • ISA
      17 de noviembre de 2021 a las 8:27 pm

      Me gusto el ay ay mama

  • Mauro Trigozo Paredes
    15 de septiembre de 2022 a las 10:18 pm

    Hermosas historias, cuentos y leyendas de nuestra selva peruana, existen muchos más, narradas de generación en generación, todas van quedando poco en el olvido. Felizmente existen grandes personajes que a través de éste tipo de páginas viene rescatando y hacen posible que éstas leyendas sigan permaneciendo.
    Soy oriundo del distrito de Juan Guerra, una localidad cencana a la ciudad de Tarapoto, capital de la provincia de San Martín, allí escuché muchas leyendas que se contaban a manera de anegdotas que sucedieron a los antiguos pobladores de esa localidad, por su forma de narrar los hechos, son sumamente emocionantes, dejando al ayente en una situación de suspenso y angustia aterradora.
    Nuestra cosmovisión amazónica, tiene mucho material que debe ser recopilado, seleccionado, estudiado y difundido, para seguir retransmitiendo hacia las nuevas generaciones.

    • ADRIAN STEVN
      29 de marzo de 2023 a las 5:29 pm

      Bueno estos cuentos a mi me ayudo a saber ma sobre nuestra reina selva amazónica

  • Ysa
    28 de mayo de 2023 a las 6:04 pm

    Estaba buena la leyenda del yacuruna

  • Fabi Liliana
    16 de agosto de 2023 a las 10:27 am

    Hermosas historias y todos estos relatos son fascinates…

  • luz
    20 de agosto de 2023 a las 11:03 pm

    ojala el ayaimama encuentren a su madre 😔

  • marco
    23 de agosto de 2023 a las 5:57 pm

    me encanta los mitos y leyendas de la selva peruana yo tambien vivi en el mismo corazon de la selva y creanme es algo magico hermoso espero poder volver pronto a ver los magicos pueblos y sus costumbres antes que vaya de este mundo

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